jueves, 24 de agosto de 2017

Sujeto cero capítulo 1


Sujeto cero es la secuela de 213. Aunque en un principio no tenía intención de continuar la historia, la idea de reescribir el libro comenzó a llamarme la atención. Debido a que la redacción de 213 es de hace 11 años cuando era más joven e inexperto en el arte de la escritura, consideré volver a contar la historia desde mi experiencia actual lo que daría un resultado sin duda diferente. Una vez comencé a escribir la historia fue tomando otros derroteros y, finalmente, se convirtió en algo más que una reescritura, un libro diferente, secuela espiritual, pero que puede leerse de forma independiente.

En el blog de 213 he ido poniendo cada domingo un nuevo capítulo y, con la creación de este blog, la publicación se traslada al mismo. Durante los próximos días iré publicando entradas con los capítulos 1 a 4 y el lunes 28 el capítulo 5. El martes publicaré en un solo archivo online los 5 capítulos conjuntos ya que todos ellos conforman el prólogo del libro. A partir de ahí cada domingo un nuevo capítulo.



Muchos me han preguntado por la posibilidad de leerlo en papel, pero es algo que de momento no he contemplado debido a que solo sería posible mediante auto-edición asumiendo el coste de la producción para luego venderlos de forma particular. No es una opción que descarte, pero requeriría de alguna subvención tipo crowfunding por parte de los lectores para poder llevarla a cabo. Mientras tanto, iré publicando online en el blog que además me sirve para experimentar este tipo de publicación y comprobar la respuesta de los lectores ante la opción de leer un libro poco a poco.


A continuación os dejo con el principio de Sujeto cero. En los próximos días el resto del prólogo:

I



Cuando me despierto no consigo reconocer nada de lo que veo. La habitación en la que me encuentro es completamente blanca, similar a un hospital. La cama en la que estaba acostado está hecha por lo que deduzco que he dormido encima, con la ropa puesta. No es la que suelo utilizar ni para trabajar sino un mono blanco que me hace sospechar de que me encuentro en alguna especie de centro médico. La habitación no es grande, apenas tiene una mesa y dos sillas además de la cama y no hay nada más a la vista,; ropa, bolsas o cualquier otro tipo de objeto o armario. Ni siquiera se distingue una puerta por la que acceder. El silencio es total. No sé cómo he llegado aquí ni qué me ha sucedido. Intento pensar en lo último que recuerdo, pero no tengo una imagen clara. Ni siquiera puedo recordar qué día es.
En ese momento se abre una puerta disimulada en la pared. Nadie que no conociese la existencia de la misma podría percatarse de su ubicación. A través ella entra un hombre de mediana edad, 180cm aproximadamente, ataviado con una bata de médico y una carpeta llena de folios que sobresalen. Se acerca a la mesa y se sienta invitando al ocupante de la habitación a hacer lo propio en la silla de enfrente. Lo hace sin hablar, solo señalando, pero de forma tranquila como si tuviese completo control de la situación. Una vez el confundido hombre se sienta el médico comienza a hablar:
-Buenos días. Soy el doctor Pérez. Quería hacerle una serie de preguntas si no le importa.
-De acuerdo – asiente el hombre esperando encontrar alguna respuesta en aquella conversación.
-¿Recuerda su nombre?
-Me llamo Víctor
-Víctor, ¿recuerda cómo ha llegado aquí?
-No – responde Víctor. Estaba tratando de acordarme, pero soy incapaz de saber qué estaba haciendo antes de despertar. ¿Qué me sucede? ¿Es usted médico? ¿Estoy en un hospital?
-Bien, Víctor, le explico. Se encuentra usted en un centro de control de enfermedades. Tuvo un accidente ayer por la noche. Le encontramos inconsciente al lado de una serie de personas que presentaban síntomas víricos muy evidentes.
_¿Qué hacía yo allí? – interrumpe Víctor. ¿Qué tipo de síntomas? ¿Estoy enfermo?
-Es lo que estamos tratando de averiguar, pero es pronto para sacar conclusiones. El hecho de que me encuentre en la misma sala que usted sin ningún tipo de protección debería tranquilizarle. Si tiene algún tipo de enfermedad no es una que se pueda transmitir por el aire o contacto físico.
-No entiendo nada- comienza agitando la cabeza Víctor. -Comprendo lo que me está contando, pero no puedo recordar nada de un accidente o algo parecido.
-Es normal en sujetos que han sido expuestos a algún tipo de trauma tener lagunas en la memoria. La recuperará, pero ahora solo debe preocuparse de descansar y dejarnos hacerle una serie de pruebas para descartar cualquier tipo de enfermedad en su organismo. Tendrá que permanecer en el centro al menos un par de días. ¿Desea que avisemos a alguien?
-Sí, por favor. A mi novia. ¿No puedo hablar con ella?
-No podemos arriesgarnos a que tenga ningún tipo de contacto fuera de esta habitación hasta que no estemos completamente seguros de que no hay ningún problema. Se lo diremos nosotros. Si me escribe un número de teléfono le prometo que contactaremos con ella y la tranquilizaremos.
-Muchas gracias- dice Víctor mientras el médico le acerca un papel y bolígrafo que saca de la carpeta. Víctor escribe el número de móvil de su novia y se lo da al doctor Pérez.
Nada más recibir el número el doctor Pérez se despide indicándole que vendrán en un par de horas para hacerle unos análisis. Se levanta y deja la habitación. Víctor se queda solo de nuevo.
El doctor Pérez se encuentra en una sala de control anexa a la de Víctor. Desde ella se puede ver el interior de la habitación de su paciente a través de un cristal imperceptible desde el interior. Comprueba con un operario que allí se encuentra las lecturas del paciente notando que su corazón está por encima de un ritmo normal, algo esperable al despertarse y encontrarse en una situación tan desfavorable.
Pérez abandona la nueva habitación y accede a un largo pasillo a través del cual llegará a su propio despacho. El pasillo tiene forma circular por lo que carece de esquinas y hay una puerta cada pocos metros a ambos lados. En las puertas del lado este se encuentran una serie de placas con números romanos en orden ascendente. El doctor pasa de la última puerta, numerada como XV y accede a una gran sala común en la que se encuentra con dos colegas.
-Doctor Pérez- comienza uno de ellos. -¿Cómo se encuentra el sujeto hoy?
-No traigo buenas noticias. Creo que va a ser otro fracaso. No es capaz de recordar nada útil, tan solo el número de teléfono de su novia.
-¿El mismo que nos ha dado cada día?- pregunta el tercer doctor que responde al nombre de García.
-Exacto- asiente Pérez. -El mismo maldito número, igual que los otros catorce sujetos. Estoy empezando a pensar que somos incapaces de implantar con éxito cualquier tipo de información en los sujetos.
-No desespere- dice García. Todavía es pronto para tirar la toalla. Recuerde que al principio necesitamos veinticuatro sujetos solo para llegar a tener algo de información útil acerca de su genoma.
-Es verdad- contesta Pérez. -Pero quiero pensar que con lo que sabemos ahora debemos ser capaces de obtener mejores resultados. Llevamos cinco años con el actual proyecto y apenas hemos progresado. Control no estará muy satisfecho si no les ofrecemos resultados para este viernes.
-Control puede irse al infierno si por mi fuera – dice el segundo doctor cuyo nombre es Fernández. -Si no fuese por nosotros no tendrían ni este proyecto para empezar.
-Y si no fuese por ellos no tendríamos los fondos para llevar a cabo nuestra investigación- le increpa Pérez. -Les necesitamos.
En el fondo los tres doctores saben que sin control su descubrimiento habría ido a parar a manos de alguien con el dinero y los medios para investigar a fondo. Aquel sujeto cero que encontraron fue la clave para poder dedicarse por entero a la investigación del genoma, campo en el que los tres eran expertos. Pero tras cinco años de experimentos y pruebas se quedaron sin fondos. Solo gracias a control fueron capaces de proseguir con su investigación, con su sueño de conseguir ser reconocidos por todo el mundo como genios y que sus nombres formaran parte de la historia de la humanidad.
-¿Qué es lo que vas a hacer con el sujeto,?- le pregunta García
-A estas alturas no podemos conseguir mucho de él. Creo que voy a forzarle para conseguir algún resultado antes del viernes. Algo que pueda enseñar.
-¿Forzarle en qué sentido?- pregunta Fernández.
-Hasta ahora hemos fracasado en replicar las habilidades del sujeto cero en cada uno de nuestros sujetos de prueba, pero ¿y si en vez de intentar replicar cada una de sus habilidades individualmente no intentamos añadir todas al mismo genoma?
-Lo que dices no tiene sentido- dice Fernández. -Si con una sola habilidad no hemos obtenido resultados, me parece absurdo forzar el código genético añadiendo una serie de información que el sujeto no va a poder procesar. Sabes que el cuerpo necesita tiempo para asimilar los cambios.
-Esa es la teoría- argumenta Pérez -El caso es que nunca lo hemos intentado, ¿cómo sabemos que no funcionará?. Y además, ¿qué es lo peor que puede suceder?. En el peor de los casos matamos al sujeto, y no sería la primera vez. Creo que no estamos en posición de no intentarlo. Quizá después de la reunión de este viernes no gocemos de más oportunidades.
-Tienes razón- asiente García.
-De todas formas- comienza Pérez. -No os preocupes, si sale mal asumiré toda la responsabilidad. No es que puedan hacerme algo más que apartarme del proyecto.
Dicho esto, Pérez abandona la sala dispuesto a intentar una última alternativa. Ni el mismo confía en que pueda dar resultado, pero se encuentra en una encrucijada. Durante años han probado de todo y nada ha funcionado como querían. Es hora de intentar un nuevo enfoque. Sabe que si fracasa el proyecto será cancelado, o peor, cambiará de manos, incluso a pesar de que los tres fueron los que descubrieron y analizaron primero al sujeto cero. Tras dedicar tantos años a un proyecto Pérez no puede imaginarse haciendo otra cosa, especialmente cuando este proyecto es que le convertirá en un genio científico incomparable en la historia de la genética.
Se dirige a la sala de tratamiento donde da instrucciones a los enfermeros de que administren al sujeto XV una combinación de drogas producidas por la mezcla del genoma del sujeto cero. Prepara la solución durante aproximadamente una hora y se la entrega a los dos enfermeros encargados del sujeto para administrársela vía inyección. Ya no hay marcha atrás, lo que pase a partir de este momento es impredecible.






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