jueves, 25 de octubre de 2018

El momento




Llega el momento de dejar de escribir y empezar a actuar, de desapegarse de lo material y pasajero y reflexionar y gozar de cada momento, pues cada momento es único.

Llega el momento de parar, de dejar de correr pensando que estamos avanzando cuando estamos andando en círculos. De comenzar a andar despacio, de frente, con paso lento y decidido.

Llega el momento de sentir, de reír, de disfrutar de lo que de verdad necesitamos, el momento en que no nos importa perder; el tiempo, lo material, lo superficial.

Llega el momento en el que rompemos definitivamente con todo lo que arrastramos y que no nos deja avanzar, de todo lo que hemos seguido haciendo y experimentando cuando pensábamos que habíamos llegado a ese momento con anterioridad pero solo estábamos prolongando un momento anterior.

Llega el momento en el que nos damos cuenta de que solo con la mente en blanco podemos escribir de nuevo, no es posible hacerlo en un cuaderno lleno de anotaciones ni tampoco en un post-it que acabará en cualquier papelera.

Llega el momento de no saber nada y descubrirlo todo, en que lo que pensábamos no importa, da igual si era correcto o incorrecto porque será nuevo para nosotros otra vez.

Cuando eres capaz de hacer el mayor de los sacrificios es cuando realmente llega el momento. Por muchos momentos decisivos que planteemos en nuestra vida, si no vienen acompañados de un sacrificio son tan inútiles como hablar al viento, como escribir en bolsas de basura.

Lo que realmente queremos suele ser una cosa, dos a lo sumo, lo único en lo que tenemos que centrarnos, lo único que conseguirá que al final del camino no existan arrepentimientos, olvidos o lagrimas. Lo único que necesitamos para ser felices, para mirar y ver, para oír y escuchar, para leer y pensar.

Nada de lo que parece importarnos puede importarnos de nuevo como anteriormente ni ocupar un lugar de privilegio en nuestras vidas, nada de lo que hicimos puede constituir el pilar central de nuestra existencia pues deben ser más las cosas por hacer que las ya realizadas.

Solo siento que el tiempo se acorta, el final está siempre más cerca de lo que nos gustaría y no podemos permitirnos perderlo con asuntos superfluos e innecesarios.

Cuando escuchas tus propios pensamientos, cuando lees en un cielo estrellado, cuando la luna te sonríe y el sonido más placentero ahoga los ruidos cotidianos es cuando la vida cobra sentido, cuando el tiempo se detiene y la paz llega a tu interior, cuando todo menos esa cosa o par de cosas verdaderamente importantes te sobran y cuando ves que, el día en el que finalmente se acabe, todo habrá tenido sentido.


lunes, 24 de septiembre de 2018

La lluvia



La lluvia era tan intensa que no se atrevían a abandonar el resguardo del techo bajo el que se encontraban desde hacía media hora. El cielo no mostraba claro alguno que hiciese presagiar que en poco tiempo la situación fuese a cambiar y el agua ya corría por las calles cuesta abajo sin que nada la detuviese.

Se trataba de la excusa perfecta para quedarse allí los dos, sin poder ir a ninguna parte como habían planeado, sin poder evitar mirarse y hablar de aquello que llevaban un tiempo tratando de esquivar. 

Poco a poco las palabras iban saliendo, primero tímidamente como si se tratase de decir algo que provocase que la otra persona terminarse la frase y diese pié al tema que ambos temían tocar. 

En apenas unos minutos estaban hablando como siempre lo habían hecho, como si nunca hubiesen discutido ni dicho nada en los últimos días. Las palabras surgían con facilidad y poco a poco lo que antes parecía más importante iba convirtiéndose en algo trivial e incluso ingenuo. 

Cuando quisieron darse cuenta hacía un rato que había terminado de llover. De la misma manera en que el cielo parecía clarear su situación se re-encauzaba al punto del que nunca debió salir. Y, a pesar de que algunas cosas dejan un poso en nuestra alma que puede que nunca nos abandone, otras dejan una marca reconocible simplemente para advertirnos de que nunca más debemos pasar por ahí.

(Esta historia forma parte del libro Pequeñas historias, relatos y pensamientos que se puede comprar a través de Amazon en el siguiente enlace)





lunes, 27 de agosto de 2018

Riij y Tem: Segunda parte


2



La oscuridad del bosque es total durante la noche. Ninguna luz se filtra entre las ramas de los arboles y ningún animal se atreve a moverse por temor a la misma negrura. Así es como sucede en los lugares oscuros. Estos lugares no son como el resto de sitios, incluso aunque de noche puedan parecer todos similares. Los lugares oscuros no son conocidos así solo por la ausencia de luz que los inunda, sino porque en ellos suceden cosas que no son capaces de explicarse con razonamientos convencionales.

Los lugares oscuros estaban totalmente definidos en el tiempo de nuestro relato y nadie se adentraba en ellos desde que el caballero Trok lo intentara mucho tiempo atrás. Los más viejos del lugar contaban que Trok se adentró en uno de aquellos sitios dispuesto a demostrar que no había nada que temer, al menos nada más que en cualquier otro lugar en el que habitasen animales salvajes de noche.

lunes, 20 de agosto de 2018

Riij y Tem: Primera parte




Hay historias que no están destinadas a ser contadas. Historias que permanecen ocultas durante tanto tiempo que nadie de los que estuvo involucrado en la creación de las mismas permanece con vida para certificar su veracidad.

Esta es una de ellas. Una historia que estuvo escondida en un cajón durante más tiempo del que nadie puede recordar y que, por casualidad, fue encontrada por el nuevo ocupante de una vieja mansión.

La historia tiene lugar en un región conocida como Kanta, que a día de hoy no ha podido ser identificada como ninguna conocida por el hombre y que, por los datos aportados en la misma, bien podría ubicarse en la frontera de Europa y Asia en un tiempo oscuro en el que los límites no estaban claros.

Los protagonistas son dos niños que sin querer se vieron envueltos en un viaje que les llevó a recorrer toda la región y enfrentar varios peligros; uno de los cuales le costó la vida a uno de ellos.
Durante mucho tiempo la historia quedó incompleta debido a que varios trozos de los pergaminos originales se encontraban dañados o quemados. Gracias a la labor de un grupo de restauradores se consiguió completar varios episodios de la misma dando lugar a un versión bastante aproximada a la que tuvo que tener el relato original. Aun así hay ciertos pasajes que pueden no comprenderse en su totalidad.

miércoles, 11 de julio de 2018

Nuevo mundo




Cerré los ojos y el mundo había cambiado.

Así fue como comenzó todo. Mi deseo de cambiar se había visto cumplido antes de lo que esperaba y no de la forma en la que esperaba. Necesitaba un cambio, huir de mi vida cotidiana y comenzar de cero. A todos nos llega un momento en la vida en el que estamos perdidos, no sabemos dónde ir o qué hacer, un momento en el que la rutina se ha apoderado de nosotros con tanta fuerza que nos resulta impensable que puedan existir otras opciones u alternativas. Vivimos prisioneros encerrados en nuestras casas y trabajos esperando el día de mañana para luego desear que vuelva a ser ayer.

Yo ya había llegado a ese punto. Estaba cansado de mi vida, harto de no llegar a ninguna parte y de ver como el tiempo pasaba y yo me iba muriendo cada día un poco más. Quería cambiar, pero no sabía cómo. Mi deseo se iba perdiendo conforme los días avanzaban y veía como mis intenciones se desvanecían por la noche mientras por la mañana las renovaba una y otra vez. Era un circuito cerrado del que no podía escapar. Me engañaba a mí mismo pensando que podía conseguirlo en cuanto me lo propusiese, pero antes o después me fallaba la fuerza de voluntad.

Cansado, cerré los ojos y desee con todas mis fuerzas tener esa fuerza para cambiar mi vida. No podía imaginar que mi deseo se cumpliría tan rápido y de la forma en que lo hizo.
Cerré los ojos y el mundo había cambiado.

(Esta historia forma parte del libro Pequeñas historias, relatos y pensamientos que se puede comprar a través de Amazon en el siguiente enlace)