domingo, 24 de septiembre de 2017

Sujeto cero: Segmento 4A



SEGMENTO 4A

Debido a mis recientes descubrimientos he decidido dejar toda mi investigación por escrito. En el último día he obtenido una serie de pruebas que me han hecho plantearme muchas cosas acerca de mi trabajo y del funcionamiento de la sociedad.
Empezaré por el principio. Me asignaron investigar el caso de un hombre que falleció por causas desconocidas y cuyo cadáver se encontró en un complejo residencial. Sin testigos y sin sangre todo me hacía pensar que podía tratarse de un asesinato y no a una caída desde uno de los pisos. A pesar de mi intuición en el departamento todos los compañeros me indicaron que acabaría por cerrarse como suicidio.

Interrogué a los vecinos para recabar la máxima información posible del individuo, pero no saqué nada en claro. O no le conocían o apenas tenían contacto con él. Agotada esa vía intenté averiguar lo máximo posible de la victima para establecer unas pautas a investigar: Dónde trabajaba, quiénes eran sus amigos, etc. El fallecido no disponía de ningún tipo de documentación y en el interior de su vivienda no pude encontrar gran cosa; apenas una serie de objetos y muebles genéricos. Si observabas detenidamente daba la impresión de que las cosas habían sido desplazadas intencionalmente. Era evidente porque al lado de algunos muebles se notaba la marca de que habían estado colocados unos centímetros más alejados de donde los encontré. Me hacía pensar que, o bien la victima pensaba salir del domicilio y había recogido rápidamente o alguien había manipulado las cosas. No hubiese considerado esta opción si no hubiese tenido una charla con un compañero de trabajo que me insinuó claramente que las investigaciones terminaban declarándose como suicidio por algún motivo.
Debido a que por la falta de información parecía un callejón sin salida me dirigí al único lugar en el que podría encontrar información relevante o que se hubiese pasado por alto anteriormente: la morgue. Ya había estado allí escuchando el informe del forense, pero consideré que podría indagar un poco más o que tal vez hubiese encontrado algún otro dato de interés. Mi sorpresa fue mayúscula cuando el médico forense me dijo que se habían llevado el cuerpo. Al parecer fue un asunto oficial cuyo objetivo el médico desconocía. Afortunadamente, el informe que realizó permanecía en el edificio convenientemente archivado. Era lo único que me quedaba. En él se encontraban reflejados todos los datos que ya conocía y todo lo que el forense había escrito. No había nada interesante o que me diese alguna pista de aquel individuo salvo un dato: su nombre. En uno de los bolsillos traseros de su pantalón se encontró un documento, que se me pasó por alto en mi primera comprobación, en el que figuraba lo que parecía ser su nombre: Víctor. Estaba arrugado con una serie de datos que no podía comprender. Figuraba el nombre del individuo, al que hacían referencia como Víctor ocho, sus datos físicos: altura, peso, etc. Y una línea que indicaba que no tenía ninguna habilidad del sujeto cero. Nada comprensible.
Sin embargo, era algo para investigar, una mínima pista de la que intentar sacar algo. Me quedé con el documento sin que el forense se diese cuenta. Supuse que nadie lo echaría en falta porque nadie investigaba los documentos del archivo una vez un caso había sido cerrado y, si no era yo mismo no se leería de nuevo ese documento.
Este es el punto en el que me encuentro en el momento de escribir esto. Mañana proseguiré con mi investigación y posteriormente acudiré a la reunión secreta con mi compañero de trabajo.

Es media tarde cuando escribo esta nueva entrada en el diario. Después de un día de duro trabajo estoy orgulloso de poder decir que la investigación está avanzando. En qué sentido o dónde me conducirá no puedo decirlo porque cada nuevo descubrimiento que realizo me lleva a un punto cada vez más alejado en apariencia del caso original. Estos son los hechos:
Lo primero que decidí hacer fue investigar en el archivo de casos cerrados. Para no levantar sospechas decidí levantarme pronto e ir a la oficina dos horas antes que el resto del mundo. Solo estaba el personal nocturno de limpieza. No conozco a nadie que haya acudido antes a trabajar, pero tampoco es algo que no pudieses hacer. Con dos horas de margen podría leer muchos documentos y confrontar datos. Mi objetivo eran los casos clasificados en los últimos años como suicidios. El hecho de que cualquier investigación en la que la victima falleciese en circunstancias extrañas se cerrase como suicidio era algo que no terminaba de comprender. Estaba seguro de que había algo detrás de todo ello, ya fuese una estrategia del departamento para disimular estadísticas de homicidios y crímenes violentos u otra cosa más escabrosa.
Afortunadamente para mí el archivo de casos cerrados no era muy grande, apenas doscientas carpetas. No me daría tiempo a verlas todas, pero siempre podría volver otro día. No tardé mucho en encontrar algo que llamó mi atención. Se trataba de un caso de suicidio de tres años atrás. La victima fue encontrada cerca de un aparcamiento entre dos coches en posición de cubito supino, como la victima de mi caso. No tenía ningún tipo de documentación, pero lo que me llamó en primer lugar la atención fue la descripción de la victima: un hombre joven, sobre los treinta años, pelo corto castaño, ojos verdes, 1.80 de altura y 80 kilos. Exactamente igual que el sujeto de mi investigación. No solo eso sino que además figuraba el nombre de Víctor en los datos de interés del fallecido. Que dos personas coincidiesen en aspecto físico podía suceder, que además tuviesen el mismo nombre era sospechoso. Sin lugar a dudas tenía que tener alguna relación con mi caso.
Con este nuevo descubrimiento enfoqué mi búsqueda a casos en el que los sujetos coincidiesen en apariencia o nombre. Encontré cinco informes. En tres de ellos aparecía el nombre de Víctor y en dos solo la descripción física. El más antiguo se remontaba a cinco años mientras que el más moderno era de apenas cuatro meses. En todos los informes figuraba el nombre del oficial a cargo de la investigación. Por desgracia cuatro de ellos ya no trabajaban en el departamento, pero el del caso más reciente sí lo hacía. Se trataba del oficial Ramón Gutiérrez, alguien con el que me cruzaba todos los días pero con el que apenas había intercambiado unas pocas palabras. Era un clavo más al que agarrarme.
La jornada laboral estaba a punto de empezar por lo que tenía que interrumpir la búsqueda. Apunté todos los datos relevantes en mi libreta y dejé todo como lo había encontrado. Hubiese pagado una buena cantidad de dinero por la opción de fotografiar todo aquello, pero desde hacía años que los teléfonos móviles eliminaron las cámaras. Una vez recogido me dirigí a mi puesto de trabajo y dejé pasar el día como si fuese otro cualquiera. Mi siguiente objetivo era hablar con Ramón acerca de su caso, pero no quería hacerlo tan pronto por si levantaba algún tipo de sospecha. Prefería acudir a la reunión secreta antes y luego proseguir la investigación desde donde lo había dejado.


Una vez pongo todo esto por escrito escondo la libreta debajo del colchón y me preparo para ir la reunión. Javier me indicó la dirección mediante una llamada de teléfono al puesto y solo me proporcionó una serie de números que pude identificar con las coordenadas del sitio. El nivel de sospecha y paranoia se estaba desarrollando dentro de mí ante tanto secretismo motivo por el que decidí esconder mi libreta. Salgo a la calle y me dirijo al lugar acordado asegurándome de dar más vueltas de las necesarias para comprobar si alguien me sigue. Una vez convencido de que no, llamo al timbre del local.





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