El blog de Sergio Hernández Montiel

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EL PRIMER PASO Un pequeño paso, solo un diminuto y tímido paso. Por ahí es por donde el menudo animal comenzó y, a pesar de que sabía que restaba un largo camino por recorrer, prefería realizar un primer movimiento despacio, seguro, cerciorándose de que sus endebles patas le fuesen a sujetar, buscando la certeza de que podía hacerlo, y, desde ahí, continuar paso a paso hasta sentirse lo suficientemente fuerte y confiado para recorrer lo que resta de trayecto.

El cuervo se posa en la rama y mira alrededor donde solo a mi puede ver. Sus ojos fijos, sus alas descansando del largo viaje que, sin duda ha recorrido, porque ya no se ven cuervos por aquí. Quizá no esté ahí, sino que sea lo que necesito ver en este momento.  Transcurre un tiempo hasta que su graznido me devuelve al mundo real. Me dice algo, pero no puedo entender el qué. Entonces, reanuda el vuelo dejando caer a su marcha una de sus plumas que, voluntaria o involuntariamente, acaba frente a mí, testigo de un intercambio que no alcanzo a comprender, pero que me ha cambiado más de lo que puedo imaginar.

Ella, tan blanca y perfecta, reflejo de nuestros sueños y esperanzas, siempre atenta, vigilante, sin faltar a su cita nocturna de cada día.  Ella, hermosa y distante, faro de nuestras noches e inmóvil espectadora del transcurrir de generaciones. Ella, siempre ahí, solo ella.

Rostro níveo, deslumbrante fulgor, equilibrada armonía y fascinación. Tú que mueves mareas e incitas a la locura y el desenfreno de los hombres, tú que dictas el paso del tiempo y obligas al sueño, tú que inspiras mitos y enamoras a quien te contempla. Tú que siempre has estado y estarás, tan llena como esta noche, eclipsando cualquier otro momento y llenando el vacío de las noches más oscuras.