sábado, 14 de octubre de 2017

La música



LA MUSICA

Rafael siempre ha sido un muchacho especial. Cuando va por la calle puede escuchar la música, cosa que lo demás no parecen percibir. Solo parecen oír ruidos aislados, gritos y voces que se confunden. No consiguen sentir el ritmo, la melodía.
Incluso le miraban extrañados cuando les hablaba de la música. Su madre le llevó a un especialista pero no funciono, solo podía oír una canción desafinada, sin ritmo. Sus padres estaban muy preocupados, pero él no podía entender por qué. ¿Acaso no era mejor escuchar la música que vivir en un perpetuo silencio inundado de ruidos?.
Un día, mientras caminaba por el centro de la ciudad sintió una melodía especial, diferente a todos las que había escuchado antes. Cuando se giró para comprobar su procedencia no consiguió encontrar la fuente.

Lo dejó pasar cuando, al día siguiente, cerca del mismo lugar volvió a escucharla. Esta vez al girarse si vio la fuente. Una chica subiendo al autobús era la compositora de tan hermosa canción. No le dio tiempo a reaccionar cuando el bus se fue.
Un día más pasó y Rafael fue sobre la misma hora a la parada. Solo conseguía escuchar las melodías tristes y repetitivas de siempre cuando, de golpe, la música cambió. Allí estaba ella esperando el bus mientras componía con elegancia la música que hacía que el corazón de Rafael se acelerase. Tan ensimismado estaba que no se dio cuenta de que la canción se había apagado llevándose el origen sobre ruedas.
Hipnotizado por aquellos acordes y decidido a escuchar la obra completa, Rafael decidió coger el bus una parada antes y no bajarse hasta que no lo hiciera ella. Así estuvo en el bus en el momento de llegar a la parada justa. Se abrieron las puertas y el eco de su música comenzó a percibirse, hasta que se elevó tanto que la tuvo al lado.
Por un instante percibió un cambio en el ritmo, en las notas. Le estaba mirando a los ojos. Hablaron sin decirse nada durante todo el trayecto y, en la última parada, se bajaron juntos. Se pasaron toda la tarde escuchando sus canciones.

Continuaron viéndose todos los días, escuchando y hablando únicamente con su música. No necesitaban nada más. ¿Cómo alguien podía emitir semejante melodía? Se preguntaba Rafael. La mayoría de la gente estropeaba sus canciones con palabras dichas a destiempo o con voces discordantes. No era el caso de ella. Su incapacidad para articular palabras desde el nacimiento, su aislamiento de toda comunicación acústica le habían permitido desarrollar la más hermosa forma de comunicación, y, para Rafael, era todo lo que necesitaba. Era lo que llevaba esperando toda su vida.

(Esta historia forma parte del libro Pequeñas historias, relatos y pensamientos que se puede comprar a través de Amazon en el siguiente enlace)





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