miércoles, 25 de septiembre de 2019

Ayer y hoy


AYER Y HOY








Echo de menos los veranos en el campo. Me falta sentir el cálido abrazo del viento mientras observo impasible cómo discurre el tiempo. Echo de menos sentir como el mundo avanza mientras yo me detengo. Esos momentos de relajación, de contemplación, de no hacer nada porque no hay nada que hacer, sólo esperar aquello que nunca llegará. 

Echo de menos esos veranos en los que huíamos de la ciudad, en que volvíamos a casa de mis abuelos y jugábamos en libertad durante un mes entero. Desde que tengo memoria todos los veranos eran iguales, pero no nos importaba, al revés, siempre nos ilusionaba la perspectiva de volver, de reencontrarnos con la misma naturaleza que nos enamoró desde el principio. Mis hermanos y yo corríamos por el campo, infatigables, llenos de ilusión y aire fresco, como tiernos infantes que no saben lo que les depara el futuro ni les importa. 

Año tras año repetíamos los mismos juegos, con escasas variantes. Incluso tras la muerte de los abuelos continuábamos yendo todos los veranos con mis padres y mis tíos. 
Echo de menos esos veranos, pero no sólo eso. Echo de menos la infancia, la inocencia, la ausencia de preocupaciones. Todas esas cosas que ahora me son extrañas, lejanas, víctimas de la madurez y la dependencia. 

Hoy paseo por el campo de nuevo, solo, pero las cosas ya no son como antes. La casa está vacía, los niños crecimos. Algunos tuvieron hijos y crecieron a su vez cambiando los veranos en el campo por la playa o algún otro lugar exótico en el extranjero. 

Hoy en el campo solamente estamos los fantasmas de mis abuelos y mis padres y yo mismo. No sé ni por qué he venido. Supongo que necesitaba un momento de respiro, un paseo por el pasado, sentir de nuevo el sabor añejo de años atrás o tener la certeza de que el pasado no volverá jamás. 

En ocasiones he intentado juntar de nuevo a la familia, pero cada vez la respuesta ha sido negativa. Desde que mis padres murieron es como si nadie quisiese volver aquí, como si ya tuviesen una excusa para escapar, para darle la espalda a los veranos en familia, al pasado. Como si se arrepintiesen del tiempo transcurrido aquí. 

Quizá sea un romántico y me resisto a dejar atrás todo aquello que ha significado algo en mi vida, sobre todo cuando veo dónde estoy ahora y dónde podría haber llegado. 

Echo de menos los veranos en el campo, pero sé que no volverán. Es de necios pretender que así sea. Todo tiene un momento y un lugar y el mío ya no está aquí. Por mucho que me haya agarrado a ello durante tantos años. 

Echo una última mirada a la casa, ahora vacía, antes de entrar al coche. Una mirada melancólica pero llena de decisión. Una mirada que parece decir que el pasado quedará atrás y miraré de frente el futuro, por doloroso que sea.




No hay comentarios:

Publicar un comentario