IMPULSO
Me levanté con una sensación extraña.
No sabía qué era o cómo definirla, pero sabía que no me apetecía
estar en casa. Apenas desayuné salí. No sabía dónde ir, no quería
ir a ningún sitio en particular, solo andar, sin rumbo fijo, a ver
qué pasaba, si es que sucedía algo.
Caminé mucho rato por calles y
callejones, anduve por sitios que no conocía o que no me había
atrevido a recorrer antes. Caminé y caminé hasta que me cansé de
hacerlo y me senté en un banco. Estuve un rato ahí, mirando al
frente, hasta que a mi lado se sentó una mujer que se puso a leer.
Saludó y comenzó a leer sin volver a apartar la vista del libro. No
sé por qué en esa situación me encontraba muy tranquilo, muy a
gusto. Permanecí así largo rato sin hacer nada por temor a que la
sensación cambiase, a que si hacía algo aquella sensación
desapareciera.
Al final la mujer se levantó y se fue.
No sé cuánto tiempo pasó pero debió ser mucho a juzgar por el
color del cielo. Nunca había visto un atardecer por lo que me
propuse contemplarlo. Me dirigí a un lugar elevado, un parque desde
el que se divisaba toda la ciudad y esperé. El sol se puso y la
noche cayó sobre la ciudad, pero no me moví de allí, no me
apetecía.
Fue el sonido de mis tripas lo que me
hizo marcharme. Encontré un sitio de comida para llevar y piqué
algo. Continué andando sin rumbo fijo hasta que, de alguna manera,
llegué a la calle en la que se ubica mi casa. Estaba cansado por lo
que subí. Entré en mi habitación y me metí en la cama vestido
como estaba. Cerré los ojos y noté que la sensación extraña con
la que me levanté había desaparecido.
(Esta historia forma parte del libro Pequeñas historias, relatos y pensamientos que se puede comprar a través de Amazon en el siguiente enlace)
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