lunes, 27 de agosto de 2018

Riij y Tem: Segunda parte


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La oscuridad del bosque es total durante la noche. Ninguna luz se filtra entre las ramas de los arboles y ningún animal se atreve a moverse por temor a la misma negrura. Así es como sucede en los lugares oscuros. Estos lugares no son como el resto de sitios, incluso aunque de noche puedan parecer todos similares. Los lugares oscuros no son conocidos así solo por la ausencia de luz que los inunda, sino porque en ellos suceden cosas que no son capaces de explicarse con razonamientos convencionales.

Los lugares oscuros estaban totalmente definidos en el tiempo de nuestro relato y nadie se adentraba en ellos desde que el caballero Trok lo intentara mucho tiempo atrás. Los más viejos del lugar contaban que Trok se adentró en uno de aquellos sitios dispuesto a demostrar que no había nada que temer, al menos nada más que en cualquier otro lugar en el que habitasen animales salvajes de noche.


Trok entró y nunca salió. Nadie fue a buscarle. Su desaparición ayudó a consolidar la leyenda de que en los lugares oscuros era mejor no poner el pie pues cosas extrañas sucedían. Es en uno de estos lugares, en el bosque del condado, en el que Rij y Tem despertaron.

Cuando lo hicieron era de noche, a pesar de que no fuesen capaces de distinguirlo, porque para ellos en los lugares oscuros siempre era de noche, o así decían. Habían sobrevivido a la corriente del río y suponían que la misma les había arrastrado a una orilla que discurría por dentro del bosque. Podían oír agua correr por lo que dieron esta teoría por acertada.

Se encontraban muy asustados, pero Rij enseguida tranquilizó a su hermano diciendo que no había nada de lo que preocuparse, que dormirían y cuando se despertasen podrían abandonar el bosque ayudados por la luz de la mañana. Rij no creía que fuese a haber luz alguna en el bosque, pero eso es lo que le contó a su hermano.

No les costó mucho dormirse, a pesar de que tenían miedo porque se encontraban agotados física y psicológicamente. Cuando despertaron había luz, no mucha, pero la suficiente para poder ver por dónde iban. Esto animó a los chicos, especialmente a Rij, que no pensaba que fuese posible pese a lo que le había contado a su hermano, y emprendieron la marcha. Tenían dos opciones, ir en una de las dos direcciones del río. Al haber sido arrastrados por la corriente hasta allí pensaron que lo lógico sería ir en dirección contraria a la misma por lo que tomaron ese rumbo.

Con más claridad pudieron ver el interior del bosque por primera vez. Estaba repleto de arboles, pero no arboles normales como los que habían visto toda su vida, sino hermosos ejemplares cuyas raíces y ramas se retorcían por todas partes como si quisieran alcanzar algo que estuviese muy alejado de ellos. Los troncos se elevaban tanto que no permitían ver el cielo tapado con las copas y las ramas más altas. Eran todos verdes, de un color muy claro e intenso como si se encontrasen en las mejores condiciones posibles para crecer, lejos de la influencia de los hombres.

Se escuchaban constantemente ruidos alrededor. Parecían pájaros, pero algunos sonidos no pudieron identificarlos claramente. Comenzaron a pensar si existirían otros tipos de animales y criaturas que no conocían y si supondrían un peligro para ellos. Los insectos que podían ver al caminar eran más grandes que los que habían visto hasta ese momento: hormigas, mosquitos y algunos saltamontes. Todo parecía más grande o ellos más pequeños.

Enseguida Tem comenzó a quejarse porque tenía hambre. Llevaban casi un día sin probar bocado y sus estómagos lo notaban. No parecía que hubiese nada que llevarse a la boca alrededor por lo que Rij le dijo a Tem que permaneciese sentado a la orilla del río en la misma localización en la que estaban mientras él se adentraba un poco en busca de alguna fruta que llevarse a la boca.

Pese a las reticencias que puso el hermano pequeño, Rij abandonó la ribera del río unos pocos metros y llegó enseguida a un claro rodeado por lo que parecían ser arboles frutales. Qué tipo de fruta no está del todo claro. Algunos dicen que eran melocotones, pero la mayoría coincide en que se trataba de algún tipo de fruta que no se había visto nunca en el condado o alrededores. Estaban algo elevadas para poder cogerlas desde el suelo por lo que Rij tuvo que agarrarse a algunos arboles y escalar por las ramas para alcanzarlas. Dejó caer varias al suelo, las recogió y volvió a por su hermano para compartir el festín.

Sin embargo, cuando llegó no logró encontrarle. No estaba. Habían pasado pocos minutos desde que se fue a buscar fruta y aquel impaciente no había aguantado sentado ni un mínimo. Depositó la fruta en el suelo y comenzó a llamarle en voz alta, aun sabiendo que podía llamar demasiado la atención de algún animal salvaje que se encontrase por los alrededores. Tem no contestó. Decidió esperar en el sitio confiando en que su hermano volviese al mismo lugar en el que le había dejado. Afortunadamente así sucedió y apenas unos momentos más tarde Tem se dejó ver. Aunque no exactamente igual que la última vez en que su hermano le contempló.

Tem era más grande. Rij siempre había sido varios centímetros más alto que su hermano, quizá una cabeza entera, y en aquel momento Tem le sacaba a Rij varios centímetros, quizá una cabeza entera. Ninguno de los dos se lo podía creer. Rij preguntó dónde había estado y qué había hecho a lo que su hermano contestó que se fue un momento unos metros más alejado para beber algo de agua del río porque tenía sed. ¿Habría sido el agua lo que provocó ese aumento de tamaño?. No podía ser porque durante todo el tiempo que fueron arrastrados por la corriente debieron tragar mucha agua y nada había pasado. ¿O sí?. Tem era más alto que Rij, pero es cierto que Rij también era más alto que antes de adentrarse en el bosque. No tuvieron que darle muchas más vueltas a la cabeza para deducir que el agua que habían bebido del río les había provocado ese crecimiento anómalo.

Enseguida Rij determinó que no debían beber más. A saber cuánto podían crecer si seguían haciéndolo y qué efectos secundarios tendría. En aquel momento más que dos niños parecían ya dos adolescentes casi formados. Se sentaron en el sitio y comieron la fruta que Rij había conseguido poco antes. No les supo muy bien, pero se la comieron toda porque era lo único que tenían a mano y no sabían cuándo podrían volver a comer.

Tras el desayuno era la hora de emprender el camino de vuelta y seguir el río rumbo a casa.







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