SEGMENTO 4A
Debido a mis
recientes descubrimientos he decidido dejar toda mi investigación
por escrito. En el último día he obtenido una serie de pruebas que
me han hecho plantearme muchas cosas acerca de mi trabajo y del
funcionamiento de la sociedad.
Empezaré
por el principio. Me asignaron investigar el caso de un hombre que
falleció por causas desconocidas y cuyo cadáver se encontró en un
complejo residencial. Sin testigos y sin sangre todo me hacía pensar
que podía tratarse de un asesinato y no a una caída desde uno de
los pisos. A pesar de mi intuición en el departamento todos los
compañeros me indicaron que acabaría por cerrarse como suicidio.
Interrogué
a los vecinos para recabar la máxima información posible del
individuo, pero no saqué nada en claro. O no le conocían o apenas
tenían contacto con él. Agotada esa vía intenté averiguar lo
máximo posible de la victima para establecer unas pautas a
investigar: Dónde trabajaba, quiénes eran sus amigos, etc. El
fallecido no disponía de ningún tipo de documentación y en el
interior de su vivienda no pude encontrar gran cosa; apenas una serie
de objetos y muebles genéricos. Si observabas detenidamente daba la
impresión de que las cosas habían sido desplazadas
intencionalmente. Era evidente porque al lado de algunos muebles se
notaba la marca de que habían estado colocados unos centímetros más
alejados de donde los encontré. Me hacía pensar que, o bien la
victima pensaba salir del domicilio y había recogido rápidamente o
alguien había manipulado las cosas. No hubiese considerado esta
opción si no hubiese tenido una charla con un compañero de trabajo
que me insinuó claramente que las investigaciones terminaban
declarándose como suicidio por algún motivo.
Debido a que
por la falta de información parecía un callejón sin salida me
dirigí al único lugar en el que podría encontrar información
relevante o que se hubiese pasado por alto anteriormente: la morgue.
Ya había estado allí escuchando el informe del forense, pero
consideré que podría indagar un poco más o que tal vez hubiese
encontrado algún otro dato de interés. Mi sorpresa fue mayúscula
cuando el médico forense me dijo que se habían llevado el cuerpo.
Al parecer fue un asunto oficial cuyo objetivo el médico desconocía.
Afortunadamente, el informe que realizó permanecía en el edificio
convenientemente archivado. Era lo único que me quedaba. En él se
encontraban reflejados todos los datos que ya conocía y todo lo que
el forense había escrito. No había nada interesante o que me diese
alguna pista de aquel individuo salvo un dato: su nombre. En uno de
los bolsillos traseros de su pantalón se encontró un documento, que
se me pasó por alto en mi primera comprobación, en el que figuraba
lo que parecía ser su nombre: Víctor. Estaba arrugado con una serie
de datos que no podía comprender. Figuraba el nombre del individuo,
al que hacían referencia como Víctor ocho, sus datos físicos:
altura, peso, etc. Y una línea que indicaba que no tenía ninguna
habilidad del sujeto cero. Nada comprensible.
Sin embargo,
era algo para investigar, una mínima pista de la que intentar sacar
algo. Me quedé con el documento sin que el forense se diese cuenta.
Supuse que nadie lo echaría en falta porque nadie investigaba los
documentos del archivo una vez un caso había sido cerrado y, si no
era yo mismo no se leería de nuevo ese documento.
Este es el
punto en el que me encuentro en el momento de escribir esto. Mañana
proseguiré con mi investigación y posteriormente acudiré a la
reunión secreta con mi compañero de trabajo.
Es media
tarde cuando escribo esta nueva entrada en el diario. Después de un
día de duro trabajo estoy orgulloso de poder decir que la
investigación está avanzando. En qué sentido o dónde me conducirá
no puedo decirlo porque cada nuevo descubrimiento que realizo me
lleva a un punto cada vez más alejado en apariencia del caso
original. Estos son los hechos:
Lo primero
que decidí hacer fue investigar en el archivo de casos cerrados.
Para no levantar sospechas decidí levantarme pronto e ir a la
oficina dos horas antes que el resto del mundo. Solo estaba el
personal nocturno de limpieza. No conozco a nadie que haya acudido
antes a trabajar, pero tampoco es algo que no pudieses hacer. Con dos
horas de margen podría leer muchos documentos y confrontar datos. Mi
objetivo eran los casos clasificados en los últimos años como
suicidios. El hecho de que cualquier investigación en la que la
victima falleciese en circunstancias extrañas se cerrase como
suicidio era algo que no terminaba de comprender. Estaba seguro de
que había algo detrás de todo ello, ya fuese una estrategia del
departamento para disimular estadísticas de homicidios y crímenes
violentos u otra cosa más escabrosa.
Afortunadamente
para mí el archivo de casos cerrados no era muy grande, apenas
doscientas carpetas. No me daría tiempo a verlas todas, pero siempre
podría volver otro día. No tardé mucho en encontrar algo que llamó
mi atención. Se trataba de un caso de suicidio de tres años atrás.
La victima fue encontrada cerca de un aparcamiento entre dos coches
en posición de cubito supino, como la victima de mi caso. No tenía
ningún tipo de documentación, pero lo que me llamó en primer
lugar la atención fue la descripción de la victima: un hombre
joven, sobre los treinta años, pelo corto castaño, ojos verdes,
1.80 de altura y 80 kilos. Exactamente igual que el sujeto de mi
investigación. No solo eso sino que además figuraba el nombre de
Víctor en los datos de interés del fallecido. Que dos personas
coincidiesen en aspecto físico podía suceder, que además tuviesen
el mismo nombre era sospechoso. Sin lugar a dudas tenía que tener
alguna relación con mi caso.
Con este
nuevo descubrimiento enfoqué mi búsqueda a casos en el que los
sujetos coincidiesen en apariencia o nombre. Encontré cinco
informes. En tres de ellos aparecía el nombre de Víctor y en dos
solo la descripción física. El más antiguo se remontaba a cinco
años mientras que el más moderno era de apenas cuatro meses. En
todos los informes figuraba el nombre del oficial a cargo de la
investigación. Por desgracia cuatro de ellos ya no trabajaban en el
departamento, pero el del caso más reciente sí lo hacía. Se
trataba del oficial Ramón Gutiérrez, alguien con el que me cruzaba
todos los días pero con el que apenas había intercambiado unas
pocas palabras. Era un clavo más al que agarrarme.
La jornada
laboral estaba a punto de empezar por lo que tenía que interrumpir
la búsqueda. Apunté todos los datos relevantes en mi libreta y
dejé todo como lo había encontrado. Hubiese pagado una buena
cantidad de dinero por la opción de fotografiar todo aquello, pero
desde hacía años que los teléfonos móviles eliminaron las
cámaras. Una vez recogido me dirigí a mi puesto de trabajo y dejé
pasar el día como si fuese otro cualquiera. Mi siguiente objetivo
era hablar con Ramón acerca de su caso, pero no quería hacerlo tan
pronto por si levantaba algún tipo de sospecha. Prefería acudir a
la reunión secreta antes y luego proseguir la investigación desde
donde lo había dejado.
Una vez
pongo todo esto por escrito escondo la libreta debajo del colchón y
me preparo para ir la reunión. Javier me indicó la dirección
mediante una llamada de teléfono al puesto y solo me proporcionó
una serie de números que pude identificar con las coordenadas del
sitio. El nivel de sospecha y paranoia se estaba desarrollando dentro
de mí ante tanto secretismo motivo por el que decidí esconder mi
libreta. Salgo a la calle y me dirijo al lugar acordado asegurándome
de dar más vueltas de las necesarias para comprobar si alguien me
sigue. Una vez convencido de que no, llamo al timbre del local.
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